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HISTORIAS VOLUNTARIAS: "UNA HISTORIA VERDADERA"
HISTORIAS VOLUNTARIAS: "UNA HISTORIA VERDADERA"
11/05/2020 - 12:33

                                                       Una historia verdadera

De estos años como voluntario en prisión, en los que subimos cada sábado para realizar el taller con un grupo de personas, en la UTE 1, me llevo su agradecimiento por las “tardes de cine” y su perplejidad por el “carácter gratuito” de ese tiempo con ellos. ¡Que gracia me hace la importancia que le dan a eso de que “no cobramos” por la actividad de cine fórum!. Luego lo piensas y también lo vas  entendiendo cuando conoces las condiciones que pesan sobre los ambientes donde se han movido, marcados por relaciones de puro interés. Esta vivencia que tienen de la actividad, nos muestra que nos hemos acercado a cómo ven ellos el mundo, y sobre lo que podemos influir en ello, acaso una miaja. Una sociedad más humana no pasa únicamente por relaciones basadas en la justicia,  “a secas”. Hace falta también que se abran espacios de  gratuidad que engrasen  las tramas de la fraternidad.

Con frecuencia, antes de comenzar la sesión, les presentamos la historia que encierra la película, como ese  viaje a lugares que quizás no visitarán pero donde coincidirían con gentes y circunstancias que pueden decir cosas útiles a sus vidas.

A veces las historias les evocan encuentros que han tenido,  movilizan recuerdos gratos y tristes  que se comparten, cuando los voluntarios sabemos cómo hacerlo. Me queda dentro el recuerdo de una película: “Historia verdadera de David Lynch” que contaba la reconciliación entre dos hermanos, después de años, en la que se veía reflejado un chaval que compartió emocionadamente con todos, como la UTE había sido el lugar de reconciliación con su hermano que también asistía esa tarde al taller.

A veces aplauden y esa es una gran paga. Otras bostezan. ¿Todos? Es verdad que les proponemos historias que quizás ellos nunca verían,  pero apostamos por el poder de la cultura para empujar que su imaginación y reflexión puedan saltar los muros de la prisión, esos muros que dicen los médicos que acortan la vista y yo diría también esas otras miradas que no se valen de los ojos.

Cuando íntimamente me cuestiono la utilidad del taller me sale como un reflejo, la épica de personas como Federico García Lorca que se subían a una camioneta para llevar cultura a los pueblos más perdidos de España, con la convicción de que servía, porque la cultura tiene potencial para ensanchar la mirada, también la de la mente  y la del corazón. Hay quien dice que la vida se queda corta y que es por eso que los seres humanos producimos cultura.

Y también me llevo del taller, mi salud mental. Hacer algo por otros, junto a otros me descentra, me oxigena.

Finalmente, no quiero dejar sin mencionar la suerte de participar en un Proyecto profesional riguroso y esforzado que se desvive por dar lo mejor a sus destinatarios. El elevado porcentaje de rehabilitación sin recaída así lo acredita. Como dice María, la directora, hasta los “expulsados” del programa hablan bien del Proyecto.

                                                                       

                                                                Raúl